Tuxtepec, Oaxaca.- El Parque Juárez convertido en un hervidero humano, un mar de cabezas que se movían al compás de la música, al latido colectivo de miles de gargantas que tronaron con el grito que ha sostenido a este país desde hace 215 años: ¡VIVA MÉXICO!
Fernando Huerta Cerecedo, nuestro Presidente Municipal, ahí, en el balcón improvisado como altar cívico, agitando el estandarte y la voz como látigo de orgullo patrio, mientras abajo, la multitud se dejaba ir —niños con banderitas fosforescentes, madres, jóvenes con sombreros de charro de plástico brillando bajo la luz de las bengalas—. Era la coreografía del pueblo en estado puro: música, sudor, risas, pólvora en el aire y ese perfume dulce a fruta y antojitos recién salidos del comal.
Antes del grito, la fiesta era ya un río incontenible; el Mariachi desatando pasiones con trompetas que parecían arrancar chispas, la delegación oficial Flor de Piña 2025 entrando como visión telúrica —faldas girando, sandalias golpeando, sonrisas que parecían desafiar la gravedad—, la Banda Nuevo Imperio levantando olas de aplausos y gritos en cada acorde.
Y luego, como si la noche no estuviera ya al rojo vivo, el detalle de los detalles, la comida y bebida gratis para todos. Sí, tacos, memelas, pozole, cerveza, aguas frescas, la abundancia del pueblo regada a manos abiertas por el alcalde.
El Parque Juárez no era un parque esa noche, era un corazón latiendo con furia y esperanza, un gigantesco tambor que retumbaba con la certeza de que aquí, en Tuxtepec, la Independencia no se recuerda, se vive.
Y como broche de oro, el que agitó varias voces un ¡Viva Huerta!, fue el espectáculo pirotécnico nunca antes visto en esta ciudad del conejo. Fue, para muchos, el cierre perfecto de un evento sin precedentes, un Grito de Independencia con una ovación que será difícil de superar a menos que, Huerta y su Gobierno, sorprenda en los próximos años.