Redaccion | El Piñero
Yucatán.- El sábado 13 de septiembre por la tarde, el kilómetro 127 de la carretera federal Mérida–Campeche se convirtió en escenario de una pesadilla que ni los más dramáticos guionistas habrían imaginado: 16 pasajeros perdieron la vida y varios resultaron lesionados, la mayoría originarios de Calkiní y algunos de Hecelchakán. Una Urvan de transporte público, un Ikon y un tráiler cargado de cerveza se encontraron de frente en una cita con la desgracia, y el saldo fue un pueblo entero vestido de negro.
Según testigos, la Urvan —llena de gente que regresaba a casa— alcanzó a un Ikon, perdió el control, se cruzó al carril contrario y fue arrollada por el tráiler. El impacto fue brutal: la unidad de pasajeros se incendió y 14 personas quedaron atrapadas entre fierros y llamas, mientras otras murieron camino al hospital. Entre las víctimas identificadas se encuentran el chofer Rusel Estrada Osalde, así como Idelfonso Juárez, Adonai Quiñones, Deysi Sarahí Caamal Puc, María Deysi Noemí Puc Canul, Gonzalo Aragón Uc, Rigoberto Uicab Cruz, Gretel Katalena López Simá y Magdalena Simá Ayil. Esta última, madre de Gretel, viajaba con ella sin saber que compartirían el mismo final. Seis de los pasajeros fueron encontrados calcinados, irreconocibles y sin documentos.
Mientras los deudos lloraban en los pasillos del Servicio Médico Forense de Mérida, las autoridades estatales parecían más preocupadas en redactar mensajes sentidos para redes sociales que en brindar acompañamiento inmediato. La gobernadora de Campeche, Layda Sansores, publicó en X que estaba “consternada”, el gobernador de Yucatán, Joaquín Díaz Mena, se tomó la foto atendiendo a los familiares, y el alcalde de Calkiní, Milton Millán, pidió evitar especulaciones, como si la tragedia necesitara rumores para ser más dolorosa. Teléfonos de atención, transporte para los familiares y promesas de apoyo llegaron… pero después de que los mismos deudos se organizaran para ir a reclamar a sus seres queridos.
La carretera Mérida–Campeche ya tiene fama de peligrosa, pero parece que las autoridades prefieren verla como un capítulo más de una novela de desgracias que se lee cada tanto. Y en este episodio, lo único seguro es que un pueblo entero quedó con sillas vacías en sus hogares y promesas oficiales que huelen más a trámite que a solidaridad real.