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El curita del pueblo, la pasión del básquet

El Piñero

•Vivía en la medianía

Luis Velázquez / Escenarios / El Piñero

Veracruz.- UNO. El curita del pueblo

En la cancha de basquetbol, los deportistas llamaban al sacerdote “El charro negro”. Era un apodo con cariño. El padrecito se vestía con un short largo color negro y una camisola de manga larga negra y tenis color negro y jugaba.

Era el capitán del equipo porque era el equipo de la parroquia. Y jugaba en la defensa. Y todos los días a las 5 de la mañana, se levantaba a entrenar, solito, sus tiros a la canasta de largo alcance convirtiéndose en un experto.

DOS. Inteligencia incandescente

Fue un gran sacerdote. Respetado, querido, estimado, admirado. Siempre contento y alegre y con una inalterable emoción de vivir.

Bromista, con una inteligencia incandescente que siempre encontraba el sentido del humor a todas las cosas.

Tenía los dientes ennegrecidos por tanto fumar y en los dedos índice y cordial las huellas del cigarro. Fumaba unas dos cajetillas por día, siempre, y por lo general, al aire libre para dispersar el humo en el aire y el viento.

TRES. Financiaba el deporte con las limosnas

Cada año organizaba dos campeonatos de básquet. Uno en la primavera y otro en el verano.

Y los premios, por lo general un trofeo y en efectivo para comprar uniformes para el equipo campeón, los promovía entre los comercios del pueblo.

Y si la recolecta era insuficiente, entonces, tomaba el dinerito de las limosnas y por ahí se completaba.

En la cancha parroquial, era uno más y pedí que lo trataran como igual. Aquí, decía, todos somos iguales.

CUATRO. Enviado a Roma

La infancia, la adolescencia y parte de la juventud se quedó en aquella cancha.

Los mejores días, tardes y noches jugando al lado del sacerdote. Se llamaba David Constantino García.

Varios años después fue enviado a Roma a cursos superiores y a su regreso lo nombraron secretario en la Diócesis y, ni modo, la vida deportiva en el pueblo se vino abajo, pues el sacerdote sucesor andaba en otros menesteres.

Todo, menos el deporte.

CINCO. Iglesia cerca de la feligresía

Su proselitismo trascendió en la ciudad jarocha. Por ejemplo, formó asociaciones infantiles y juveniles, femeninas y masculinas, y la sede del Obispado siempre estaba llena de niños y chicos, mujeres y hombres, programando actividades.

Nunca antes ni después, la iglesia de Veracruz ha estado tan cerca de la feligresía. Incluso, con un activismo excepcional entre los niños de cara al futuro que todos ellos significaban.

Jamás en treinta, cuarenta años de convivencia se le vio molesto, enojado, irritado, encabritado. Siempre con una sonrisa y una chispa de inteligencia deslumbrante en sus ojos verdes.

Por el contrario, irónico y respetuoso, juguetón en el ejercicio mental de las cosas y los hechos y sus análisis, hecho para el debate.

SEIS. La medianía del salario

Fue un hombre muy sencillo, al que únicamente interesaban los libros, siempre lejos de los bienes materiales.

Por ejemplo, del pueblo rural a la ciudad jarocha donde se ubica el Obispado viajaba en el autobuses de pasajeros.

Y cuando fue secretario del Obispado para trasladarse a su casa viajaba en el autobús urbano.

Una vida con “la medianía de su salario” alquilaba un modesto departamento donde vivía solo y una señora le hacía limpieza y cocinaba y después de comer se retiraba a su casa.

Un tiempo escribió artículos en el periódico y sus temas reciclaban alrededor de la iglesia y la feligresía.

Fue, ha sido, es, el sacerdote más honesto, íntegro, sencillo, humilde, de todos los tiempos.

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