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Aquellos años felices; tiempos de billar y melancolía

El Piñero

Luis Velázquez | Malecón del Paseo

Veracruz. – EMBARCADERO: En aquellos años, el billar era el entretenimiento para los hombres en el pueblo…

De hecho y derecho, una especie del Ágora en Atenas y en donde todos se concentraban para matar el hastío…

Allí se reunían los alumnos de la escuela secundaria, pero también los hombres mayores…

Y por lo general, era el espacio ideal para conocer los chismes del pueblo…

Se trataba, claro, del Club de Tobi, porque el acceso de las mujeres estaba prohibido…

Ni en sueños, vaya…

ROMPEOLAS: El billar estaba ubicado frente al parque y en cuyo kiosco con bancas y un gigantesco jardín alrededor y una fuente donde los pajaritos llegaban a bañarse y beber agua, las mujeres solían reunirse…

El dueño, don Daniel Villegas, solía abrir a las 9 de la mañana y cerraba hacia medianoche…

Y diríase que todos en el pueblo jugaban muy bien el billar porque pasaban muchas horas…

Incluso, hasta competencias había, digamos, y por ejemplo, cada parte representando a un barrio popular…

Los chicos de secundaria y el bachillerato también participaban en la competencia, y por salones para llevar un orden y una clasificación…

ARRECIFES: Era el billar una especie de paraíso terrenal donde todos se llevaban bien, con mejor karma y mucho mejor vibra y aura…

Nunca un pleito…

Jamás una diferencia, ni menos, mucho menos, sospechas de trampas en el juego…

Era aquel el centro por excelencia de la concordia donde se ganaba y perdía en buena lid…

Barrio contra barrio…

Colonia contra colonia…

Salón de clases contra salón de clases…

En las tardes, los chicos de la secundaria plantaban a los maestros y se iban al billar unas dos horas…

ESCOLLERAS: En el billar se construyeron los mejores amigos, muchos que han perdurado con los años…

Era el tiempo cuando todos eran felices e indocumentados y nadie conocía la soberbia ni la altivez ni tampoco unos se sentían y creían mejores que otros…

Incluso, los billaristas más competentes enseñaban a los neófitos como los maestros singulares, excepcionales, fuera de serie…

A un lado del billar había una peluquería y el dueño tenía un letrero pegado sobre el espejo principal, el más grande, y Decía: “Prohibido hablar de política”…

Esa misma Ley Bozal, Ley Mordaza, Ley Tapabocas, dominaba en el billar…

Nadie hablaba de política…

Tampoco de religión…

Tampoco de sexo…

Era el billar el santuario de la convivencia y la fraternidad…

PLAZOLETA: En el otro lado del parque estaba la iglesia de la religión católica y apostólica…

Y a un ladito, la cancha de basquetbol…

Entonces, la vida de los jóvenes, el gozo del espíritu, la razón de ser de la época se cumplía a plenitud…

Las horas en el billar…

Las horas en el kiosco platicando con las chicas y la cancha deportiva…

Así transcurrieron aquellos años que solían truncarse cuando muchos agarraban camino a otros pueblos, a otras ciudades, para estudiar una carrera profesional…

Pero para entonces, la estafeta ya la tenían las nuevas generaciones…

PALMERAS: El pueblo siguió creciendo y el dueño del billar se fue haciendo viejo y murió y lo cerraron…

Luego, el local se convirtió en la oficina de Telégrafos y años después en una tienda comercial y en la nostalgia y el recuerdo quedaron los años felices…

Pero más aún, amistades sólidas que todavía ahora se conservan, aun cuando muchos han fallecido…

Por fortuna, algunas fotos de entonces andan por ahí guardadas y de vez en vez se miran para recordar las horas inolvidables…

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