El Piñero | Información: Moisés Castro, texto: Carolina Mejía
El comerciante Juan Carlos, de 50 años, es un ejemplo de fortaleza luego de padecer una de las situaciones más difíciles que podría vivir una persona en un país azotado por la violencia. El secuestro y posterior asesinato de su hija lo derrotó emocional y económicamente, pero mantuvo la entereza moral para continuar luchando por su familia.
Don Juan Carlos -originario de Córdoba, Veracruz- con lágrimas en los ojos comparte como delincuentes mataron a su hija pese a pagar el rescate de 2 MDP, escenario cruel que además lo llevó a la quiebra.
Sin dinero, sin casa y con deudas, desde hace un año tres meses don Juan lucha por recuperarse de la crisis de su pérdida familiar en otro panorama complicado como lo es la pandemia.
Él sigue con la venta de sus piñatas ahora de forma ambulante y con el cambio de residencia de la gélida ciudad cordobesa a la abrasadora ciudad de Tuxtepec, Oaxaca, para quizás retomar el curso de su vida.
Juan Carlos Espinosa elabora y vende piñatas como desde hace 28 años, para recuperarse y cuidar de su otro hijo. Por las crisis, se convirtió en comerciante ambulante.
Ahora camina por las calles de Tuxtepec ofreciendo las piñatas miniatura con dulces que son como aguinaldos para regalar a los niños.
La pandemia mermó las ventas, pues su mercado estaba en los pedidos para fiestas y reuniones, así como eventos escolares que el confinamiento canceló; sin embargo, dice:
Uno como comerciante siempre va a tener algo que comer. Estamos acostumbrados a trabajar. Lo material es lo de menos, lo importante es estar felices, pero desafortunadamente hoy no puedo hablar de felicidad por la herida que todavía tengo de mi hija, expresó don Juan con una mirada inquieta como buscando algo en el horizonte.