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Hay tiempo de vacas flacas que abundan y tiempo de vacas gordas escasas.

El Piñero

Luis Velázquez | El Piñero
03 de septiembre de 2021

UNO. Vacas flacas y gordas

La Biblia y la vida en el día con día lo establecen con precisión. Hay tiempo de vacas flacas, los que más abundan, y tiempo de vacas gordas, los que más escasean.

Tiempo cuando los astros se acomodan a favor de la persona. Y el buen karma y la mejor aura que vibra y aletea.

Entonces, dice el viejito del barrio, es la hora de conservar los bienes para el futuro adverso que algún día, de manera inevitable, sobrevendrá, pues el tiempo duro y rudo de las vacas flacas domina más en la vida de los seres humanos.

DOS. Mieles del poder

En medio de las vacas flacas y gordas están las mieles del poder público y privado, laboral y personal.

Y con las mieles, por lo regular, naturaleza humana al fin, las personas resbalan pues se engolosinan a la primera de cambios.

Por ejemplo, con los vientos a favor llegan a creer, están seguros, de que la vida siempre será festiva, digamos, como Calígula, el emperador romano exclamando que “hay días cuando me siento Dios”.

La historia, sin embargo, y sin entrar en polémica innecesaria ni en dimes ni diretes, demuestra con hechos que los vientos huracanados son más constantes en la vida de todos los seres humanos.

TRES. Tiempo de tirar cohetes y recogerlos…

El relato bíblico lo dice así:

Hay tiempo de tirar cohetes y tiempo de recoger varas.

Hay tiempo de sumar, sumarse y sumirse.

Y si una persona alcanza “la plenitud del pinche poder” en la administración pública o privada, entonces, ha de “vivir con la medianía del salario” como decía Benito Juárez a los funcionarios públicos para ahorrar y guardar hasta donde sea posible.

CUATRO. Carril de la soberbia

En la cresta del poder público y privado, los jefes máximos suelen resbalar, y feo, en el carril de la soberbia, la petulancia y la altivez.

Hay quienes, por ejemplo, se sienten infalibles y hasta predican.

Y lo peor, llegan a sentirse inmortales. Inmortales en el cargo ostentado. Inmortales porque nunca morirán.

El día cuando Calígula centró y concentró todo el poder y nada quedaba, entonces se convenció de que su gente lo traicionaba y ordenó matar a los sospechosos.

CINCO. El sapo y la luciérnaga

Pero la vida es sabia. Siempre hay en la misma oficina, el mismo despacho, la misma dependencia pública o privada una o varias personas más inteligentes y talentosas, serenas y prudentes, cautas y mesuradas, y con mayor experiencia en el campo de batalla y mejor formadas y preparadas.

Claro, la fábula del sapo y la luciérnaga siempre es vigente. El sapo que brinca envidioso del cocuyo que alumbra y vuela. El conejo que se acuesta a dormir y la tortuguita que sigue pa’lante. La hormiguita que salva al león y lo libera de la red en que cayera preso.

SEIS. Carniceros de hoy, reses del mañana

Nada, entonces, como reproducir el ejemplo de las hormiguitas. En los tiempos buenos entre todas se juntan para empujar y llevar el mendrugo a su cueva para cuando los tiempos sean contrariados.

Y así, confinadas, tengan para comer y vivir y sobrevivir.

Pero más todavía, para actuar con mesura y prudencia porque “la vida (ya se sabe) da muchas vueltas”.

La Biblia lo dice con puntualidad: “Los carniceros de hoy serán las reses del mañana”.

Una enseñanza que, por lo general, las personas del poder y con poder público y privado suelen desdeñar creyéndose que el resto de la vida tendrán el chirrión y el látigo en la mano.

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