Redacción | El Piñero
Hidalgo.- En Acaxochitlán, la tragedia cayó —literalmente— del cielo. Un árbol de más de 20 metros se desplomó sobre una camioneta familiar y arrebató la vida de dos adultos, dejando heridos a sus hijos menores. El siniestro ocurrió sobre la carretera Acaxochitlán–Venta Quemada, escenario donde la naturaleza, harta del descuido humano, decidió cobrar factura en medio de un aguacero que parecía no tener fin.
El encino, debilitado por el diluvio que azota la región, se rindió ante la gravedad y cayó con todo su peso sobre el vehículo. Lo que era un viaje común se transformó en un instante en una pesadilla. Los niños quedaron atrapados entre fierros retorcidos, mientras los rescatistas, armados con sierras neumáticas, luchaban contra el tiempo y el lodo. Afuera, la lluvia seguía cayendo, como si llorara también por el desastre. Y todo esto, mientras el huracán “Priscilla”, ahora convertido en tormenta tropical, seguía dejando su firma de caos en medio país.
Después del suceso, las autoridades —esas que suelen aparecer cuando el desastre ya tiene nombre y apellidos— lanzaron su llamado a “extremar precauciones”. El Ejército Mexicano aplicó el Plan DN-III-E, la Protección Civil repitió su discurso de cada temporal, y los gobiernos estatales suspendieron clases “por seguridad”, como si el aprendizaje pudiera flotar. En tanto, el Servicio Meteorológico Nacional pronosticó más lluvias, más deslaves, más inundaciones y, seguramente, más comunicados oficiales diciendo que “se mantienen en alerta”. El cielo hace su parte… pero en tierra firme, la prevención sigue siendo una asignatura pendiente.