Redacción El Piñero | Corresponsalía
México.- Las últimas horas dejaron un panorama desolador en Hidalgo, Puebla, Veracruz y Querétaro, 24 personas fallecidas, derrumbes que sepultan viviendas y carreteras, y ríos que decidieron tomar la ciudad por sorpresa. En la Sierra y la Huasteca Hidalguense, piedras y lodo bajaron como invitados inesperados, mientras los habitantes veían cómo la naturaleza cobraba intereses sobre la infraestructura y la vida cotidiana.
En Puebla, la Sierra Norte y la Negra mostraron su lado más cruel, cinco muertos, ocho sepultados y tres desaparecidos. Veracruz no fue mejor, un hombre cayó con su vehículo por un barranco en Zongolica y un policía de Papantla quedó atrapado mientras intentaba salvar a otros. Querétaro también sumó su tragedia, con un menor de seis años sepultado por un deslave en Agua Fría de Gudiño. La lluvia no distingue nombres ni edades, arrasa con todo y deja a su paso un rastro de desconcierto y pérdidas.
Entre tanto desastre, las autoridades activaron protocolos, albergues y brigadas de rescate, mientras la Coordinación Nacional de Protección Civil reforzaba labores en zonas críticas. Sin embargo, la sensación de abandono persiste, caminos sin mantenimiento, comunidades aisladas y alertas que llegan demasiado tarde. México, de nuevo, aprende que la lluvia no perdona, y que a veces, el desastre no es solo natural, es también la negligencia disfrazada de rutina oficial.