Redacción El Piñero | Corresponsalía
Puebla.- A una semana de que las lluvias extraordinarias azotaran la Huasteca poblana, los caminos siguen hablando en silencio, algunos cubiertos de lodo, otros desaparecidos entre montañas desgajadas. El informe más reciente del Gobierno de México revela que, de 51 carreteras afectadas, solo 9 han sido rehabilitadas por completo, 14 continúan a medias y 28 permanecen cerradas, son 13 las comunidades que aún esperan el regreso de la comunicación, del abasto, de la normalidad.
Las lluvias entre el 7 y el 11 de octubre dejaron más que daños, dejaron heridas abiertas en la tierra y en la vida cotidiana. Los deslaves sepultaron rutas, los ríos se desbordaron y las máquinas avanzan con lentitud entre el fango. Desde el aire, siete helicópteros se abren paso para llevar víveres, mientras abajo, los trabajadores de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) intentan ganar terreno con 36 máquinas y más de un centenar de manos que no se rinden.
A ras de suelo, el panorama aún es difícil, el 89% del servicio eléctrico ya fue restablecido, pero la oscuridad persiste en varias zonas. La Secretaría de Salud desplegó brigadas que han atendido a más de cuatro mil personas, vacunado a miles más y esparcido litros de insecticida para prevenir brotes sanitarios, sin embargo, en los pueblos, la sensación es otra, la ayuda llega, pero el aislamiento pesa.
Durante la conferencia federal, la presidenta Claudia Sheinbaum reconoció que Puebla sigue siendo el Estado con mayores rezagos en la recuperación. No es solo cuestión de maquinaria ni de cifras —dicen los pobladores—, es la vida suspendida en los caminos que antes unían y hoy separan. En la sierra, cada metro despejado es una victoria, cada paso que se da sobre el lodo, un recordatorio de que la reconstrucción no solo se mide en kilómetros, sino en la fuerza de la gente que se niega a rendirse.