Redacción El Piñero | Corresponsalía
Tabasco.- La tranquilidad de la ranchería Cañaveralito, en Centla, Tabasco, se rompió la noche del viernes cinco de septiembre cuando Narciso “N”, apodado “El Chicho”, irrumpió en la casa de sus suegros y ejecutó un ataque arrebatando la vida a cuatro integrantes de su familia política, para luego escapar con siete menores de edad —cuatro hijos suyos y tres sobrinos—, encendiendo la alerta en todo el Estado y arrastrando a la comunidad a una pesadilla que aún no termina de superar.
El hombre, que había pasado tres meses en prisión por haber lesionado con arma de fuego a su suegro, salió con la consigna de vengarse. Vecinos aseguran que aquella vieja rencilla se convirtió en tragedia cuando “El Chicho” cumplió su amenaza, dejando una escena que heló a todo el poblado. Con los niños en sus brazos, huyó entre la oscuridad de la ranchería y obligó a las autoridades a desplegar operativos por aire, tierra y agua, hasta que finalmente fue capturado y los pequeños rescatados con vida y bajo resguardo médico.
Sin embargo, lo que más pesa en la memoria colectiva no es solo el horror de la agresión, sino la indiferencia previa de las instituciones. Pese a que existían antecedentes de violencia y denuncias, nunca se brindó protección real a la familia. La reacción oficial llegó tarde, cuando la tragedia ya estaba consumada y siete menores estaban en riesgo. Este lunes 8 de septiembre, la captura de “El Chicho” es presentada como un logro, pero para los habitantes de Cañaveralito la verdadera pregunta es: ¿por qué se permitió que ocurriera lo inevitable?






